viernes, 8 de febrero de 2008

6 de Febrero del 2.008

Me costó encontrar el momento de volver a coger el ordenador, estuve un poco enferma, nada especial, ese catarro que te hace sentir tan mal, y que tal y como viene un día se va, no es que me encuentre del todo bien pero tiene más que ver con la forma de vida tan desprotegida que llevo que al virus en sí, de ese se encargó la fiebre, una defensa del sistema nervioso que con la alta temperatura mata al enemigo, pero como tantas de esas cosas que pueden ayudarnos, es tratada con desprecio, en lugar de cómo a una colaboradora y te aconsejan que en cuanto aparezca, la elimines con urgencia, hablo de la fiebre. Con sus mejores intenciones, algunas de las personas que me veían sufrir, me ofrecían traerme algún medicamento:
.- Pareces de otro planeta, pudiendo quitarte el malestar en un momento, ¿qué ganas tienes de pasarlo mal?
.- Quizá dure más tiempo y sea muy desagradable, pero mi sistema de defensas se fortalece y está más preparado para luchar con lo que le caiga

Bueno, vayamos a donde nos quedamos:

Creo que fue el 31 de Enero cuando vi en la tarde entrar un montón de militares en el Gobierno, al rato, estaban tomando un cóctel con el presidente, nosotros lo veíamos cerca de las ventanas, Álvaro tocó el bucio y algunos pegaron “la nariz al cristal” mirando por la ventana. A mí se me movieron las emociones, soy hija de militar, he crecido con ellos, he visto algunas de sus armas, he tomado en mi mano el sable de mi padre, bajo control claro, he tomado en mis manos su pistola, descargada por supuesto, pero sobre todo he aprendido a defender mi honor o por lo menos a intentarlo, he aprendido que sin honor la vida es indigna, y cuando hablo de honor, no significa que no puedo arrodillarme ante alguien que yo considere que lo merece, no hablo de tener que demostrarle a nadie mi valía, no hablo de creerme ni más ni menos; Hablo de que si hay algo que consideras injusto, debes luchar por que se haga justicia, ya sé que esto es muy amplio, pero en las pequeñas cosas que he podido lo he hecho y lo haré.
Quise llegar a los militares y darles mi blog, la idea me ponía bastante nerviosa, al fin y al cabo es el terreno de mi difunto padre y me dije:
.- Papá, no se si te gustará o no que te deje en evidencia pero tu en tu tiempo de vida me enseñaste algo muy importante, quizá nunca pensaste que me lo tomaría tan a pecho, quizá eso te dio mas vértigo del que te hubiera gustado, pero estoy segura de que si de alguna manera puedes percibirme, ahora que te diste cuenta de que esta vida es efímera y que lo que te llevas nada tiene que ver con lo terrenal, te sientes más orgulloso de mí que nunca.
La influencia que yo recibí del ejército fue hermosa sobre todo cuando mi Padre era Capitán de la COE. Yo era una niña de unos 11 años de edad, mi Padre era el jefe una Compañía de Operaciones Especiales del Ejército, tan pronto estaban caminando, escalando, esquiando por las montañas como buceando en las profundidades de la mar, hacían sus maniobras de supervivencia, estas últimas si mi memoria infantil es correcta, duraban 15 días, se iban todos a un bosque y no se que es lo que hacían; A veces, mi madre nos llevaba a visitar a papá, pasábamos el día en el campamento y yo me perdía entre los soldados, me contaban que el primer día les daban un pollo para cinco y a partir de allí tenían que buscarse la vida, cazando, comiendo frutos o setas o plantas silvestres y si tenían la suerte de encontrar una granja, podían apropiarse de una gallina o lo que pillaran, pero si el granjero les metía un perdigonazo, era su problema. Yo les repartía mis galletas y mi bocadillo, pero ellos casi nunca querían aceptarlo. Lo que más me gustaba eras las chozas que se hacían con ramas de pino. Para una niña de ciudad, eso era lo más próximo al mundo de las hadas, los caballeros, los duendes. Aquellos chicos siempre con la sonrisa en la cara, se lo pasaban genial, adoraban a mi padre hasta el punto en el que cuando les tocaba el poder salir de marcha por la noche, salían todos juntos incluso con mi madre y mi hermana mayor, a mí me daba un poco de envidia, pero me tocó ser demasiado pequeña, como suele pasar con los medianos, yo era lo suficientemente mayor para responsabilizarme de los tres pequeños, pero lo suficientemente pequeña como para no disfrutar de los privilegios de los tres mayores. Recuerdo ese verano que pasamos toda mi familia y la de otro Capitán, Julio Ferrer, también de la COE en un campamento al lado del que ellos se habían montado, en la Costa Brava, les veíamos entrenar. Un día yo miraba como los soldados tenían que subir en marcha sobre un camión, llevaban un montón de peso en la espalda y uno a uno a la orden del sargento tenía que correr hasta alcanzarlo por la parte trasera subiéndose para no quedarse en tierra. Había un gordito que no lo lograba y el sargento le gritaba, lo volvía a intentar, volvía a fallar, más y más me daba pena el soldadito y por fin intercedí por el ante el sargento que fue incapaz de llevarme la contraria, no se si fue su orgullo o que el sargento se calmó pero a la siguiente, el soldado lo logró. Fue ese verano en ese campamento cuando los pájaros empezaron a hablarme con sus símbolos, cada día buscaba ese rato de soledad, sentada en una roca viendo a las gaviotas pescar, volar, posarse, yo deseaba que se me acercara alguna para contarle mis cosas, pero nunca vino ninguna a charlar conmigo, aun así aprendí de sus vuelos y de algo inexplicable que llegué a comprender. Quizá les parezca extraño, pero si uno está atento a la naturaleza, recibe muchos consejos.
En el último tramo de la caminata hasta llegar aquí, a Las Palmas, supe por los pájaros que me esperaba una bastante dura, lo que no imaginé es que fuera tan larga.
Volvamos a los militares del cóctel, vi salir al General, dudé, me acerqué, Álvaro me llamó, .- ¿Llevas el Blog?, .- No, .- Toma, me dijo al venir para darme unos cuantos papeles con la dirección, no quise correr y el General se metió en el coche, cuando este arrancó, le hice señal de parar y paró, el General bajó la ventanilla y le dije sin que me fluyeran las palabras:
.- Hola, soy la hija del Coronel D. Rafael de Montemayor, estoy desde hace más de tres meses luchando en una guerrilla por mis derechos, acampada frente a la presidencia, quiero darle mi blog para que lo lea, la sangre del ejército corre por mis venas y por el Honor de mi padre, que ya no existe, voy a ganar esta guerra. Lo de que ya no existe me quedó fatal pero esas fueron las palabras que salieron de mi boca.
Os podéis imaginar que se quedó mudo, tomó mi papel y me dijo que lo leería.
Vi fumando un cigarro al militar que lo había acompañado hasta el coche, estuvimos charlando, fue agradable, yo intentaba descubrir su grado pero para empezar no veía bien con esa luz tenue de la noche si iba de azul o de caqui, le veía tres botones sobre los hombros, pero ninguna punta de estrella, tenía varias medallas y a mí me avergonzaba preguntarle, por que yo debería saberlo, así que me conformé con creer que era un comandante.
Al rato salieron todos los demás, a la entrada de la guagua (autobús) les paré, les eché un discurso mas fluido que el del General y repartí los papelitos, fueron exactos, no todo el mundo quiso, pero los que me pidieron coincidieron con los que llevaba, mientras tanto un militar se me acercó y me dijo que estos señores no eran españoles en su mayoría que venían de otros países, le dije que para mi no hay ni tiempo ni espacio y que si hablan Español es suficiente; El Argentino me comentó que al mirar por la ventana, le pareció que lo que había montado, refiriéndose a nuestro palacio, era una protesta. Bueno, claro como el agua quedó que si tengo las fuerzas para hacer lo que estoy haciendo es porque la sangre del ejército corre por mis venas.
Para mi el ejercito tiene muchas cosas con las que no comulgo ni por asomo, pero también tiene algo que marcó mi vida muy profundamente.
Al día siguiente leí en el periódico que los visitantes eran la Unidad Iberoamericana, oficiales de dieciséis países de América del Centro y del Sur, que hicieron votos por la unidad de las naciones de habla hispana.
Después de esto tuve que pensar en mi amiga Sandra, ella es mexicana, lo cierto es que los militares en muchos países Latinoamericanos son odiados y temidos por el pueblo, y pensé si leen mi blog, ¿Qué pensarán esos militares que luchan contra el ser humano a favor de una política corrupta? ¿Algunos de esos estarían entre los que me encontré?, pues que se enteren que tienen la oportunidad de ser un ejercito enfocado al bien de la humanidad, ¿Tan difícil es hacer las cosas en beneficio de todos? ¿Qué debe de sentir toda esa gente que abusa de su poder?. Apuesto a que algún día el miedo les visitará, me refiero a cualquiera de estos personajes que solo se ayudan a sí mismos pasando por encima de la dignidad y del respeto por sus semejantes.
Aquella noche me costó dormir, muchas secuencias de mi vida viajaban a través de mis pensamientos, con las correspondientes emociones, por supuesto a la mañana siguiente le escribí al Presidente una carta comunicándole que mi blog había llegado a los militares.

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